El fútbol es uno de los reflejos sociales más
recurrentes que tenemos. Hablamos de reflejo de la sociedad porque en el
fútbol, como en la vida, nos encontramos con personajes variopintos que
destacan por su extravagancia, por su rudeza, por su finura, ineptitud,
liderazgo, codicia, pasotismo… Cuando
disponemos de una lista interminable de atributos, es mejor frenar para no
aburrir. Podemos identificar a Balotelli con la extravagancia; a Piqué con el
pasotismo; a Iniesta con la finura; a Portillo con la ineptitud; a Raúl con el
liderazgo… Y en la vida ajena al fútbol conocemos personas, cercanas o no, que
también pueden encajar perfectamente en estos adjetivos. Por poner ejemplos,
¿es Pablo Iglesias un líder? Para unos es tal, para otros es la reencarnación personificada
de los antecedentes de 1936, para otros, simplemente, es dios con coleta. Lo
mismo ocurría con Raúl: los líderes se convierten en tal porque tienen la
capacidad de dividir violentamente al país.